Cuando miles de haitianos, como Dachka y Exode, llegaron al pequeño pueblo fronterizo de Del Río, Texas, tenían la esperanza de estar cruzando la línea final de una ardua travesía migratoria. Pero cuando Estados Unidos empezó a devolver a algunas familias hasta Haití, incluyendo a sus hijos sudamericanos, muchos migrantes fueron forzados a tomar una decisión crítica: permanecer en el campamento improvisado en Estados Unidos y arriesgarse a la expulsión, o volver a México.