Observando desde debajo de su gorra con la palabra "Marines" bordada en la visera, Richard Maldonado tiene la mirada cansada. Llegó a este estacionamiento en el suroeste de la ciudad a las 4 de la mañana para recoger comida en el Banco de Alimentos de San Antonio. La distribución del sábado pasado no empezó hasta las 9, pero dijo que no quería perdérsela.
“Sin ellos estaríamos en una mala situación”, dijo.
Sentada a su lado, Corina Guttierez explicó que su Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP son sus siglas en inglés), al que todavía llama cupones de alimentos, se está agotando muy rápido de lo esperado y que tienen que depender aún más del Banco de Alimentos de San Antonio.
“Los cupones se entregan una vez al mes y, antes de que nos demos cuenta, en casi dos semanas, nos quedamos sin comida”, lamentó.
Los Republicanos del Congreso siguen presionando para que se recorte el gasto de seguridad social del país, incluidas reducciones sin precedentes al SNAP, el programa de alimentación más grande del país.
El proyecto de ley de conciliación presupuestal recortará más de 290 mil millones de dólares del programa, transferirá miles de millones de dólares en costos a los estados y expulsará a personas del programa de alimentación para bajos ingresos a través de requisitos laborales.
Maldonado y Gutierrez se encuentran entre aproximadamente 41 millones de personas que accedieron a SNAP el año pasado.
Los dos tienen entre 60 y 70 años y les preocupa que los recortes propuestos resulten en menos alimentos para más personas y tengan que recurrir a sus familiares en busca de ayuda.
"Vamos a depender de que la gente done dinero, comida o lo que sea. Todo se reduce a eso", añadió Maldonado.
Más adelante, equipos de voluntarios abren bolsas de 50 libras de cebollas blancas. Junto a ellos, otros voluntarios se apresuran para abrir cajas con limones, frijol, brócoli y calabacín amarillo.
"Las calabazas van en esta bolsa. Así que van a seguir llenándolas", instruyó un voluntario mientras el equipo empacaba los artículos rápidamente. Diez cebollas fueron en una bolsa. Treinta limones en otra.
El equipo tenía escasez de voluntarios y el personal del Banco de Alimentos volvió a llamar a la sede central para solicitar más.
A las 7:30 a.m. ya había más de 250 vehículos haciendo fila para recibir comida, y seguían llegando más.

“A medida que la administración avanza hacia una conciliación presupuestaria, tenemos menos alimentos en nuestro almacén para atender filas como esta”, expuso Eric Cooper, director ejecutivo del Banco de Alimentos de San Antonio.
Su organización ya ha perdido 8 millones de dólares en fondos federales en los primeros 100 días de Trump.
Pero con la inflación y la incertidumbre arancelaria afectando los precios de los alimentos, los recortes masivos propuestos por el Congreso al SNAP darían como resultado que bancos de alimentos como este duplicaran el número de personas que atienden.
“El efecto dominó será el racionamiento. Es decir, tomaré la comida que tenemos aquí en la distribución, la reduciré a la mitad y luego les daré menos a las familias”, explicó.
Se ordenó a los Republicanos del Congreso que plantearan recortes en todo el gobierno.
En una audiencia del comité de agricultura en abril, el Partido Republicano vinculó los recortes al SNAP con el aumento de la cantidad de personas que trabajan. Numerosos estudios demuestran que los requisitos laborales, como los que proponen los Republicanos, tienen poco impacto en la participación laboral. Sin embargo, las normas son eficaces para alejar a la gente del SNAP.
Una de las propuestas actuales podría exigir a los estados que cubran hasta el 25% del costo de las prestaciones del SNAP. Esta idea preocupa especialmente a los defensores, ya que, en una recesión, los estados con ingresos menguantes y presupuestos que deben equilibrarse son los que menos probabilidades tienen de costearlo. Según Feeding Texas, la red estatal de bancos de alimentos podría requerir mil millones de dólares.
“Estaríamos creando una situación en la que justo cuando las personas más necesitan los beneficios del SNAP son más difíciles de conseguir”, advirtió Diane Schanzenbach, economista de la Universidad Northwestern.
De vuelta a la distribución de alimentos, la fila está a punto de avanzar. Jesse Moncivaiz esperaba sentado. El extrabajador de la construcción comentó que se había sometido a múltiples cirugías de espalda y que llevaba años con una discapacidad a largo plazo. Agregó que todo ayuda para personas como él.
"Y vas a la tienda. Compras dos bolsas. Ya cuestan unos 50 dólares. No llevas nada", detalló, "pero creo que las filas se van a alargar si lo quitan todo".
Así son las filas de vehículos repletos de gente hambrienta que podrían acabar recibiendo menos comida.
Esta nota fue traducida por Texas Public Radio con apoyo de Gabriela Olivares e Yvette Benavides para NPR y The Texas Newsroom.
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