El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, culpó a los Estados Unidos por el reciente aumento de la violencia en Sinaloa, vinculándolo con la detención en los Estados Unidos de dos capos de la droga: Ismael “El Mayo” Zambada y Joaquín Guzmán Loera.
El embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, cuestionó la postura de López Obrador en una conferencia de prensa. “Eso no es culpa de los Estados Unidos,” dijo. “La realidad es que hay un problema de inseguridad y violencia.”
Salazar agregó que el problema sólo puede resolverse con una colaboración profunda y fuerte entre los dos países.
López Obrador expuso que México no ha recibido mayor información de los presuntos acuerdos entre autoridades estadounidenses y grupos criminales.
La guerra en curso entre Ismael "El Mayo" Zambada y Los Chapitos, hijos de Joaquín "El Chapo" Guzmán, ha dejado un rastro de violencia y terror en Sinaloa desde el 9 de septiembre, la fractura interna más significativa dentro del Cártel de Sinaloa en más de una década.
Cecilia Farfan, investigadora del Instituto de Conflictos y Cooperación Global de la Universidad de California en San Diego, explicó que los arrestos de julio han creado un vacío de poder y han cambiado la dinámica criminal. “No está tan claro cuál es el resultado esperado y, lo que es más importante, cuándo terminará,” agregó.
El estado de Sinaloa y su capital Culiacán se han transformado en una zona de guerra, con casi 60 homicidios, decenas de desaparecidos, heridos y detenidos, según autoridades estatales y federales.
A finales de agosto, una serie de ataques entre civiles armados y fuerzas militares en el territorio clave de Jesús María, controlado por Los Chapitos, señalaron la creciente tensión.
El incidente despertó temores de que se repitiera el "Culiacanazo," los episodios violentos que siguieron a la primera captura de Ovidio Guzmán, el hijo menor de El Chapo, en octubre de 2019, antes de ser liberado horas después.
La guerra estalló en su totalidad cuando un tiroteo mortal entre civiles y soldados en Culiacán provocó el cierre de escuelas en la zona. Horas después, las autoridades informaron de la muerte de un sargento, lo que marcó el inicio oficial de lo que desde entonces se ha convertido en un conflicto mortífero y generalizado.
Farfan, quien estudia la violencia de los cárteles en México, afirmó que la narrativa común de que la violencia es parte de la vida en ciertas partes de México se ha normalizado, pero la verdad es que la gente simplemente la enfrenta y desarrolla mecanismos de afrontamiento.
La gente huye porque no se siente segura. Cientos de personas han abandonado pequeñas localidades, mientras que muchas más se han autoimpuesto confinamientos.
“Simplemente no confían en que las autoridades hagan su trabajo,” recalcó Farfán.
El gobierno de Sinaloa, encabezado por el gobernador Rubén Rocha, ha tardado en reaccionar, lo que ha aumentado aún más el miedo y la confusión entre los civiles. El pasado fin de semana, justo cuando los civiles pensaban que podían salir de sus casas, se produjo un tiroteo que duró dos horas en las calles mientras helicópteros sobrevolaban la zona.
Farfan dijo que López Obrador tampoco ha respondido a las preocupaciones de los residentes.
“Le gusta la idea de tomarse una foto con la mamá de El Chapo en Badiguarato, Sinaloa, que en la narrativa del narcotráfico en México tiene un lugar muy particular como cuna de donde empezó todo,” planteó Farfan. “Pero no quiere encontrarse con miles de mamás que buscan a sus desaparecidas.”
A pesar de los esfuerzos de los militares para contener la violencia, con 700 soldados desplegados en el estado, el conflicto continúa aumentando.
Carreteras como la México 15 y otras rutas clave se han convertido en focos rojos de ataques violentos.
En las últimas dos semanas se han registrado múltiples reportes de cuerpos mutilados, decapitados y baleados. Mientras tanto, las autoridades estatales y locales luchan por mantener el control, lo que alimenta aún más el miedo y la incertidumbre entre los habitantes de Sinaloa.
Esta nota fue traducida por Texas Public Radio con apoyo de Gabriela Olivares e Yvette Benavides para NPR y The Texas Newsroom.
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