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Migrantes que sobrevivieron accidente de Brownsville enfrentan un futuro incierto

From left: Jose Luis Duran Gonzalez, Gabriel Gallardo and Monra Alberto Quevado Silva, survivors of the Brownsville crash that killed 8 migrants, at their home in Harlingen.
Gaige Davila
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TPR
Desde la izquierda: En su casa en Harlingen José Luis Durán González, Gabriel Gallardo y Monra Alberto Quevado Silva, sobrevivientes del accidente de Brownsville en el que fallecieron 8 migrantes.

Lee esta historia en inglés.

En una calle tranquila de San Benito, con la icónica torre de la ciudad de agua adornada con Freddy Fender asomándose por encima de los árboles, Raúl Antonio Ramos Vivas, de 28 años, está confinado a una cama de hospital en una habitación dividida.

Es uno de los 10 sobrevivientes del accidente de mayo en el que murieron ocho personas en el este de Brownsville. Después de un mes insoportable de cirugías, ahora está dentro de una casa pequeña y modesta convertida en un asilo de ancianos.

“Solo nos sentamos allí durante 15 minutos”, dijo Ramos, recordando el accidente. “Y desde el momento en que [el conductor] pasó por ahí, no recuerdo nada. Nada, nada".

Originario de Venezuela, Ramos trabajó en el aeropuerto más transitado de Colombia, El Dorado, antes de llegar a los Estados Unidos. Dejó el trabajo, tuvo una hija y luego comenzó a vender cachorros pitbull. Pero no ganó suficiente dinero, así que se fue a los EE. UU., cruzando por el Tapón de Darién, una peligrosa ruta que los migrantes suelen atravesar en su camino de Colombia a Panamá.

Ramos estuvo en Matamoros durante una semana, junto con su primo, Gabriel Gallardo, y un amigo, Richard Bustamante, antes de cruzar el Río Grande hacia Brownsville, donde se presentó para solicitar asilo.

Fue el primero en salir del centro de detención de inmigrantes. Durmió en una gasolinera cerca del Puente Internacional Gateway y esperó la liberación de su primo el sábado. Una vez reunidos, los dos fueron a una iglesia católica en busca de ayuda. Los enviaron al albergue del Centro Ozanam, donde pasaron la noche.

En la mañana del accidente, los hombres se dirigían a San Antonio. Intentaban llegar a Nueva York para quedarse con la familia de Bustamante. Sin embargo, ese día, Bustamante perdió la vida.

Raul Antonio Ramos Vivas rests in a hospital bed inside a San Benito nursing home.
Gaige Davila
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Raúl Antonio Ramos Vivas descansa en una cama de hospital dentro de un asilo de ancianos de San Benito.

Las piernas de Ramos estaban rotas por completo, desde los pies hasta los fémures, junto con las caderas. Su sistema digestivo se rompió con el impacto. Lo han sometido a ocho cirugías y pronto tendrá la novena para volver a conectar su recto y extraer una bolsa de colostomía. Será, con suerte, su última intervención quirúrgica.

“La recuperación es lenta para mí, pero nada es imposible”, afirmó.

La estadía de Ramos en el hogar de ancianos está pagada hasta fin de mes. No está seguro adónde irá después.

A quince minutos, en un vecindario a las afueras del centro de Harlingen, se están recuperando otros tres sobrevivientes del accidente, incluido el primo de Ramos, de 26 años.

Junto con el primo de Ramos están los sobrevivientes Monra Alberto Quevado Silva, de 31 años, también de Venezuela, y José Luis Durán González, de 29 años, de Ecuador.

Los tres están en silla de ruedas mientras se recuperan y viven juntos en una casa alquilada por Border Workers United y el Centro Ozanam. Se conocieron en el hospital días después del accidente.

Conectados para siempre por este evento traumático, tienen problemas para dormir y, a veces, permanecen despiertos 24 horas seguidas.

From left, Jose Luis Duran Gonzalez, Gabriel Gallardo and Monra Alberto Quevado Silva inside their Harlingen home.
Gaige Davila
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Desde la izquierda, José Luis Durán González, Gabriel Gallardo y Monra Alberto Quevado Silva en su casa en Harlingen.

Al no encontrar trabajo en Venezuela y tener que mantener a un hijo pequeño, Quevado hizo el mismo viaje que cientos de miles de venezolanos han realizado en los últimos años. Y lo hizo solo. Tiene el propósito de apoyar a su familia, en cuanto se recupere de sus dos piernas rotas.

“Tengo gente detrás de mí que depende de mi ayuda”, explicó Quevado. “Por eso vine aquí o de lo contrario no estaría aquí. Y [mi plan es] continuar con mi vida, seguir y trabajar para ellos. Y con esta [lesión] que tengo, solo tengo que vivir con eso, de verdad. Y seguir avanzando”.

Durán y su familia viajaron primero a México para vivir y trabajar, y ahorraron para eventualmente venir a los Estados Unidos. Llegó a Matamoros por 20 días, luego estuvo bajo custodia de inmigración durante una semana antes de ser liberado. En la mañana del accidente, estaba esperando un autobús al aeropuerto para comprar un boleto de avión.

“En ese momento no podía asimilarlo”, señaló Durán. “Pero poco a poco fui entendiendo por qué pasan las cosas, por qué pasó”.

Ambos huesos de la parte inferior de las piernas de Duran se rompieron en el choque. Tuvo tres cirugías, necesitó tres placas de acero y alrededor de 60 tornillos para mantener sus piernas juntas.

Gallardo perdió la pierna izquierda en el choque, justo por encima de la rodilla. Al igual que Quevado y Durán, sufrió psicológicamente al principio, pero ahora se las arregla. Sin embargo, en Venezuela, su madre todavía está atormentada por el dolor de su hijo.

“Ella llora, a veces no come”, compartió Gallardo. “Yo digo, 'Pero mamá, tienes que ser feliz. Estoy vivo', [luego dice] 'Gabriel, no es lo mismo. ¿Crees que no me duele ver a mi hijo que perdió una pierna? Eso no es fácil”.

Gabriel todavía necesita una prótesis para la pierna que le falta, lo que Duran dice que es una prioridad mientras todos se recuperan y piden donaciones.

“Eso es algo que vemos necesario, porque [Quevado y yo] ya tenemos los pies bien, y cuando empezamos a caminar podemos defendernos”, expuso Durán.

La fisioterapia de los hombres continuará durante meses, agotando el poco dinero que tienen para el alquiler y cubrir sus necesidades.

El accidente coronó el final de un arduo viaje a los Estados Unidos, que incluyó dormir en las calles y pasar días con hambre. Pero tienen la esperanza, gracias a la amabilidad de los demás, de que seguirán encontrando más apoyo a medida que se recuperan.

Raul Antonio Ramos Vivas resting from his injuries in a San Benito nursing home.
Gaige Davila
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Raúl Antonio Ramos Vivas descansando de sus heridas en un asilo de ancianos de San Benito.

Ramos sigue siendo optimista, a pesar de todo lo que ha pasado. La próxima visita de su esposa y su hija pequeña mantienen sus pensamientos positivos. Aunque tiene al menos otros seis meses de recuperación por delante, Ramos dijo que siente que renació después del accidente.

“Mi sueño no ha terminado. Este es un proceso que sé que va a pasar y estoy fortalecido”, agregó Ramos. “Pude haber sido yo, y Dios no lo permitió”.

Para ayudar a los sobrevivientes del accidente, comuníquese con Cindy Candia al (956) 873-2712.

Esta nota fue traducida por Texas Public Radio con apoyo de Gabriela Olivares e Yvette Benavides para NPR y The Texas Newsroom. 

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Gaige Davila is the Border and Immigration Reporter for Texas Public Radio.